lunes, 8 de junio de 2009


registro fosil

LO QUE DICE EL REGISTRO FÓSIL


Los fósiles son los restos de formas de vida antiguas conservados en la corteza de la Tierra. Estos pueden ser esqueletos o partes de esqueletos, como huesos, dientes o caparazones. Un fósil puede ser también algún rastro de la actividad de lo que en un tiempo estuvo vivo, como una impresión dejada en algún material, o huellas. Hay muchos fósiles que no contienen ya su material original; más bien, están compuestos de depósitos minerales que se infiltraron en los organismos y adoptaron su forma.

¿Por qué son importantes para la evolución los fósiles? El genetista G.L. Stebbins señaló una razón importante: “Ningún biólogo ha visto en realidad el origen por evolución de alguno de los grandes grupos de organismos”(1). Así, hoy día no se ve que los organismos vivos que se hallan en la Tierra estén evolucionando para llegar a ser otros organismos. En vez de eso, todos están completos en su forma y se distinguen de los demás tipos. Como señaló el genetista Theodosius Dobzhansky: “El mundo viviente no es un solo despliegue [...] conectado por series ininterrumpidas de formas intermedias”(2). Y Charles Darwin admitió que “la distinción característica de las formas específicas [de vida], y el hecho de que no estén conectadas discerniblemente entre sí por innumerables eslabones de transición, es una dificultad muy obvia”(3).

Así, las variedades distintas de formas vivas de hoy no ofrecen apoyo a la teoría de la evolución. Por eso se hizo tan importante el registro fósil. Se creía que por lo menos los fósiles suministrarían la confirmación que la teoría de la evolución necesitaba.

QUÉ BUSCAR

Si la evolución fuera realidad, la evidencia fósil de seguro revelaría un cambio gradual desde un tipo o género de vida hasta otro. Y eso tendría que ser así sin importar qué variación de la teoría evolucionista se aceptara. Hasta científicos que creen en los cambios de índole más rápida que se asocian con la teoría del “equilibrio puntuado” reconocen que todavía habría de suponerse que estos cambios tuvieran lugar durante muchos miles de años. De modo que no es razonable creer que no habría ninguna necesidad en absoluto de fósiles eslabonadores.

Además, si la evolución estuviera fundada en la realidad, se esperaría que el registro fósil revelara los comienzos de nuevas estructuras en los organismos vivos. Debería haber por lo menos algunos fósiles en los que estuvieran en desarrollo brazos, piernas, alas, ojos y otros huesos y órganos.

¿ESTÁ COMPLETO EL REGISTRO?


, ¿se halla el registro fósil lo suficientemente completo como para que se dé prueba aceptable de que la evolución tiene apoyo? Hace más de un siglo, Darwin no pensaba así. ¿Qué había de “malo” en el registro fósil en su tiempo? No contenía los eslabones de transición que se requerían para sostener su teoría. Esta situación lo impulsó a decir: “Entonces, ¿Por qué no están llenos de esos eslabones intermedios toda formación geológica y todo estrato? Ciertamente la geología no revela ninguna cadena orgánica finamente graduada como esa; y esta, quizás, sea la más obvia y seria objeción que se puede presentar contra la teoría”

En el tiempo de Darwin el registro fósil desilusionó a Darwin de otra manera. Explicó él: “Hay una dificultad, que es muy seria. Aludo a la manera como especies que pertenecen a varias de las principales divisiones del reino animal aparecen de súbito en las rocas fosilíferas más bajas que se conocen. En la actualidad el caso tiene que permanecer inexplicable, y verdaderamente se puede presentar como argumento válido contra los puntos de vista [evolucionistas] que aquí se expresan”.

Darwin intentó explicar estos enormes problemas mediante un ataque contra el registro fósil. Dijo: “Considero el registro geológico como una historia del mundo que no ha sido registrada a perfección, imperfecta hasta un grado extremo”.
Él y otros supusieron que, a medida que el tiempo pasara, de seguro se hallarían los eslabones fósiles que faltaban.

Ahora, después de más de un siglo de extenso cavar, se han desenterrado grandes cantidades de fósiles. ¿Es todavía tan imperfecto como antes el registro? El libro Procesos de la evolución orgánica comenta: “Ahora el registro de las formas de vida pasadas es extenso, y constantemente aumenta en riqueza a medida que los paleontólogos hallan, describen y comparan nuevos fósiles” Y el científico Porter Kier, de la Institución Smithsoniana, añade: “En museos de todo el mundo hay cien millones de fósiles catalogados e identificados”. Por tanto,Guía a la historia de la Tierra declara: “Con la ayuda de los fósiles los paleontólogos pueden darnos ahora un cuadro excelente de la vida de las edades pasadas”.

Después de todo este tiempo, y de haberse ensamblado millones de fósiles, ¿qué dice el registro ahora? El evolucionista Steven Stanley declara que estos fósiles “revelan cosas nuevas y sorprendentes acerca de nuestros orígenes biológicos”. El libro Una vista a la vida, escrito por tres evolucionistas, añade: “El registro fósil está lleno de tendencias que los paleontólogos no han podido explicar”. ¿Qué es esto que ha sido tan `sorprendente' para estos científicos evolucionistas, y que ellos `no pueden explicar'?

Lo que ha confundido a estos científicos es el hecho de que la gran cantidad de prueba fósil que ahora está disponible revela precisamente lo mismo que revelaba en los días de Darwin: Las clases fundamentales de organismos vivos aparecieron de súbito y no cambiaron en grado apreciable durante largos espacios de tiempo. Nunca se han hallado eslabones de transición entre una de las clases principales de organismos vivos y otra. Por eso, lo que el registro fósil dice es precisamente lo opuesto de lo que se esperaba.

El botanista sueco Heribert Nilsson describe la situación de este modo, después de 40 años de llevar a cabo sus propias investigaciones: “No es posible siquiera hacer una caricatura de una evolución mediante los hechos paleobiológicos. El material fósil ahora está tan completo que la falta de especies de transición no puede ser explicada como cosa que se deba a escasez de material. Las deficiencias son reales, y nunca serán llenadas”.

LA VIDA APARECE DE REPENTE

Robert Jastrow declara: “En alguna ocasión en los primeros mil millones de años, la vida apareció en la superficie de la Tierra. Lentamente, según indica el registro fósil, los organismos vivos fueron ascendiendo desde formas simples hasta formas más avanzadas”. De esta descripción, uno esperaría que el registro fósil hubiera verificado una evolución lenta desde las primeras formas de vida “simples” hasta las complejas. Sin embargo, el mismo dice: “Los críticos primeros mil millones de años, durante los cuales la vida empezó, son páginas en blanco en la historia de la Tierra”.

Además, ¿pueden verdaderamente ser descritos como “simples” los primeros tipos de vida? “Al retroceder en el tiempo hasta la edad de las rocas más antiguas -dice EvoEvolución desde el espacio-, los residuos fósiles de antiguas formas de vida que se han descubierto en las rocas no revelan un principio simple. Aunque decidamos pensar que las bacterias fósiles y las algas y los microhongos fósiles son simples en comparación con un perro o un caballo, la norma de información permanece enormemente alta. La mayor parte de la complejidad bioquímica de la vida ya estaba presente al tiempo de la formación de las más antiguas rocas de la superficie de la Tierra”.

Desde este principio, ¿puede hallarse prueba alguna que verifique que los organismos de una sola célula evolucionaran hasta formar los de muchas células, o pluricelulares? “El registro fósil no contiene vestigio alguno de estas etapas preliminares en el desarrollo de los organismos pluricelulares”, dice Jastrow. En vez de que eso sea cierto, él declara: “El registro de las rocas contiene muy poco, aparte de bacterias y plantas unicelulares, hasta que, hace aproximadamente mil millones de años, después de unos tres mil millones de años de progreso invisible, aconteció un suceso de gran trascendencia. Aparecieron en la Tierra las primeras criaturas compuestas de muchas células”.

Así, al comienzo de lo que se llama el período cámbrico, el registro fósil presenta un dramático e inexplicado cambio. En este tiempo aparece tan súbitamente una gran variedad de criaturas marinas plenamente desarrolladas, complejas, muchas con fuertes caparazones, que suele hacerse referencia a este tiempo como el de una “explosión” de organismos vivos. Una vista de la vida lo describe así: “Comenzando a la base del período cámbrico, y extendiéndose por unos diez millones de años, todos los grupos principales de invertebrados `esqueletizados' se presentaron por primera vez en el más espectacular aumento de diversidad que haya acontecido sobre nuestro planeta”. Aparecieron caracoles, esponjas, estrellamares, animales parecidos a langostas llamados trilobites, y muchas otras criaturas marinas complejas. Es interesante el hecho de que el mismo libro señala lo siguiente: “De hecho, algunos trilobites extintos desarrollaron ojos más complejos y eficaces de los que posee cualquier artrópodo viviente”.

¿Hay eslabones fósiles entre este estallido de formas de vida y lo que lo precedió? En el tiempo de Darwin no existían tales eslabones. Él confesó: “A la pregunta de por qué no hallamos abundantes depósitos fosilíferos que pertenezcan a estos supuestos períodos más tempranos anteriores al sistema cámbrico, no puedo dar respuesta satisfactoria”. Hoy día, ¿ha cambiado esta situación? El paleontólogo Alfred S. Romer notó la declaración de Darwin acerca de “la manera abrupta como grupos enteros de especies aparecen súbitamente” y escribió: “Debajo de esto [el período cámbrico], hay un vasto grosor de sedimentos en los cuales debería esperarse que estuvieran los progenitores de las formas cámbricas. Pero no los hallamos; estos lechos más antiguos están casi desprovistos de indicación de vida, y pudiera decirse que el cuadro general es consecuente, razonablemente, con la idea de una creación especial en el principio de los tiempos cámbricos. `A la pregunta de por qué no hallamos abundantes depósitos fosilíferos que pertenezcan a estos supuestos períodos más tempranos anteriores al sistema cámbrico -dijo Darwin-, no puedo dar respuesta satisfactoria'. Tampoco podemos hacer eso nosotros hoy”, dijo Romer.

Algunos afirman que las rocas precámbricas fueron demasiado alteradas por el calor y la presión para retener eslabones fósiles, o que no se depositaron rocas en mares de poca profundidad de modo que se retuvieran fósiles. “Ninguno de estos argumentos ha quedado en pie”, dicen los evolucionistas Salvador E. Luria, Stephen Jay Gould y Sam Singer. Añaden: “Los geólogos han descubierto muchos sedimentos precámbricos sin alteración, y éstos no contienen fósiles de organismos complejos”.

Estos hechos hicieron que el bioquímico D. B. Gower comentara, como se relató en el periódico Times, de Kent, Inglaterra: “El relato de la creación que se halla en Génesis y la teoría de la evolución no podían ser conciliados. Una de estas cosas tenía que ser correcta y la otra estar equivocada. La historia de los fósiles concordaba con el relato de Génesis. En las rocas más antiguas no encontramos una serie de fósiles que abarcara los cambios graduales desde las criaturas más primitivas hasta formas desarrolladas; más bien, en las rocas más antiguas aparecían de súbito especies desarrolladas. Entre cada especie había ausencia total de fósiles intermedios”(.

El zoólogo Harold Coffin llegó a esta conclusión: “Si es correcto el concepto de una evolución progresiva desde lo sencillo hasta lo complejo, en el cámbrico se debería encontrar a los antecesores de estas criaturas vivientes totalmente desarrolladas; pero no se han hallado, y los científicos admiten que hay poca probabilidad de que alguna vez se hallen. Sobre la base de los hechos solamente, sobre la base de lo que en realidad se encuentra en la tierra, la teoría de un súbito acto de creación en el cual fueron establecidas las formas principales de vida encaja mejor”.

LOS “HOMBRES-MONOS” ... ¿QUÉ ERAN?


Durante muchos años ha habido informes de que se han encontrado los restos fósiles de humanos parecidos a simios o monos. La literatura científica abunda en los conceptos artísticos de tales criaturas. ¿Son estas las transiciones evolutivas entre las bestias y el hombre? ¿Son unos “hombres-monos” nuestros antecesores? Los científicos evolucionistas afirman que sí. Por eso, con frecuencia leemos expresiones como este título de un artículo de una revista científica: “Cómo se convirtió en hombre el antropoide”(25).

Es verdad que algunos evolucionistas no creen que sea correcto llamar “antropoides” o “monos” a estos antecesores teóricos del hombre. Con todo, otros evolucionistas no son tan exigentes de precisión(26). Stephen Jay Gould dice: “la gente [...] evolucionó de antepasados simiescos”(27). Y George Gaylord Simpson declaró: “El antepasado común ciertamente sería llamado antropoide o mono en el habla popular por cualquier persona que lo viera. Puesto que los términos antropoide y mono son términos definidos por el uso popular, los antepasados del hombre fueron antropoides o monos”(28).

¿Por qué es tan importante el registro fósil en el esfuerzo por documentar la existencia de antecesores simiescos o parecidos a monos para la humanidad? Porque en el mundo viviente de hoy no hay nada que apoye tal idea. Hay una enorme laguna entre los humanos y todo animal existente hoy, incluso la familia de los monos antropomorfos, o antropoides. Por eso, puesto que el mundo viviente no suministra un eslabón entre el hombre y el antropoide, se esperaba que el registro fósil lo hiciera.

Desde el punto de vista de la evolución, la obvia laguna que existe entre el hombre y el antropoide hoy es extraña. La teoría evolucionista sostiene que, a medida que los animales progresaron en la escala de la evolución, se hicieron más capaces de sobrevivir. Entonces ¿por qué está todavía en existencia la familia “inferior” de los antropoides, pero no hay ningún representante de las presuntas formas intermedias, que supuestamente habrían de ser más adelantadas en el proceso evolutivo? Hoy vemos chimpancés, gorilas y orangutanes, pero no vemos “hombres-monos”. ¿Parece probable que cada uno de los más recientes y supuestamente más adelantados “eslabones” entre las criaturas simiescas y el hombre moderno hubieran de haberse extinguido, pero no los antropoides, que serían inferiores?

¿CUÁNTA PRUEBA FÓSIL?


A juzgar por los relatos que se dan en la literatura científica, en las exhibiciones de los museos y en la televisión, parecería que de seguro debería haber abundante prueba de que los humanos hubieran evolucionado desde criaturas semejantes a monos. ¿Es realmente cierto eso? Por ejemplo, ¿qué prueba fósil había de esto en el tiempo de Darwin? ¿Fue prueba de esa índole lo que lo estimulo a formular su teoría?

La publicación The bulletin of the atomic scientists (El boletín de los científicos atómicos) nos informa: “Las primeras teorías de la evolución humana son en realidad muy extrañas, si se examinan con detenimiento. David Pilbeam ha descrito las primeras teorías como `infósiles'. Es decir, se trata de teorías sobre la evolución humana de las cuales uno pensaría que requerirían alguna prueba fósil, pero en realidad había o tan pocos fósiles que no ejercían influencia alguna en la teoría, o ningún fósil en absoluto. De modo que lo único que había entre los supuestos parientes más cercanos al hombre y los primeros fósiles humanos era la imaginación de unos científicos de siglo XIX”. Esta publicación científica muestra por qué: “La gente quería creer en la evolución, la evolución humana, y esto afectó el resultado de su obra”(29).

Después de más de un siglo de búsqueda, ¿cuánta prueba fósil hay de los “hombres-monos”? Richard Leakey declaró: “Los que trabajan en este campo tienen tan poca prueba sobre la cual basar sus conclusiones que frecuentemente se les hace necesario cambiar de conclusiones”(30). La revista New Scientist comentó: “A juzgar por la cantidad de prueba sobre la cual se funda, el estudio del hombre fósil difícilmente merece ser más que una subdisciplina de la paleontología o de la antropología. [...] tan atormentadoramente es la colección, y tan fragmentarios y tan poco convincentes suelen ser los especímenes mismos”(31).

De manera similar, el libro Origins (Orígenes) confiesa lo siguiente: “A medida que adelantamos por la senda de la evolución hacia los humanos el paso se hace claramente incierto, debido, de nuevo, a la poca prueba fósil”(32). La revista Science añade: “La principal prueba científica es un conjunto de huesos lastimosamente pequeño del cual construir la historia evolutiva del hombre. Cierto antropólogo ha comparado esa tarea con la de reconstruir el argumento de Guerra y paz con 13 páginas seleccionadas al azar”(33).

Precisamente, ¿cuan escaso es el registro fósil en cuanto a los “hombres-monos”? Note lo siguiente. La revista Newsweek: “Todos los fósiles se pudieran colocar encima de un solo escritorio, dijo Elwyn Simons, de la Universidad Duke”(34). El periódico The New York Times: “Los restos fósiles conocidos de los antepasados del hombre cabrían sobre una mesa de billar. Eso constituye una pobre plataforma desde la cual tratar de penetrar la niebla de los últimos millones de años”(35). La revista Science Digest: “El hecho sorprendente es que toda la prueba física que tenemos para la evolución humana todavía se puede colocar, con lugar de sobra, ¡dentro de un solo ataúd! [...] Por ejemplo, los antropoides modernos dan la impresión de haber aparecido sin fuente alguna. No tienen ayer, no tienen registro fósil. Y el origen verdadero de los humanos modernos -de seres erguidos, desnudos, hacedores de instrumentos, de cerebro grande- es, si vamos a ser honrados con nosotros mismo, un asunto tan misterioso como ese”(36).

Los humanos de tipo moderno, con capacidad para razonar, trazar planes, inventar, edificar sobre el conocimiento ya adquirido y usar lenguajes complejos, aparecen de súbito en el registro fósil. Gould, en su libro The Mismeasure of Man (El hombre mal medido), señala: “No tenemos prueba de cambio biológico en el tamaño ni en la estructura del cerebro desde la aparición de Homo sapiens en el registro fósil hace unos cincuenta mil años”(37). Así, pues, el libro The universe Within (El universo interno) pregunta: “¿Qué hizo que la evolución [...] produjera, como de la noche a la mañana, a la humanidad moderna con su cerebro altamente especial?”(38). La evolución no puede contestar.

¿DÓNDE ESTÁN LOS “ESLABONES”?


Sin embargo, ¿no han hallado los científicos los “eslabones” necesarios entre los animales simiescos y el hombre? No según la prueba existente. La revista Science Digest habla de “la falta de un eslabón perdido que explique la aparición relativamente súbita del hombre moderno”(39). La revista Newsweek declaró: “El eslabón perdido entre el hombre y los antropoides [...] es simplemente el más atractivo de toda una jerarquía de criaturas fantasmas. En el registro fósil, los eslabones perdidos son la regla”(40).

Porque no hay eslabones, de una cantidad mínima de pruebas hay que fabricar “criaturas fantasmas” y presentarlas como si en realidad hubieran existido. Eso explica por qué pudiera ocurrir la siguiente contradicción, según el informe de una revista científica: “Los humanos evolucionaron en pasos graduales desde sus antepasados simiescos, y no, como afirman algunos científicos, en saltos repentinos de una forma a otra. [...] Pero, según informes, otros antropólogos, trabajando con más o menos la misma información, han llegado a una conclusión exactamente opuesta a esa”(41).

Por esto podemos entender mejor la declaración que hizo el respetado anatomista Solly Zuckerman, quien escribió en la publicación Journal of the Royal College of Surgeons of Edinburgh (Revista del Real Colegio de Cirujanos de Edimburgo): “La búsqueda del proverbial `eslabón perdido' de la evolución del hombre, ese santo grial de una secta de anatomistas y biólogos que jamás desaparece, permite que el razonamiento superficial y el mito florezcan hoy tan felizmente como lo hacían 50 años atrás, y más”(42). Señaló que, con demasiada frecuencia, se pasaban por alto los hechos y, en vez de darles apoyo, se apoyaba lo que era popular por el momento, a pesar de la prueba que lo contradecía.

EL “ÁRBOL GENEALÓGICO” DEL HOMBRE

Como resultado de esto, el “árbol genealógico” que suele dibujarse según la supuesta evolución del hombre desde los animales inferiores cambia constantemente. Por ejemplo, Richard Leakey declaró que un descubrimiento fósil muy reciente “deja en ruinas la noción de que todos los fósiles primitivos pueden ser puestos en una secuencia ordenada de cambio evolutivo(43)”. Y un informe periodístico acerca de ese descubrimiento declaró: “Cuanto libro de antropología hay, cuanto artículo de la evolución del hombre, sí, y todo dibujo del árbol genealógico del hombre, tendrán que ser descartados. Parece que están equivocados”(44).

El árbol genealógico teórico de la evolución humana está lleno de “eslabones” rechazados que habían recibido aceptación. Un artículo de fondo del periódico The New York Times señaló que la ciencia evolucionista “tiene tanto lugar para la conjetura que las teorías de cómo llegó a existir el hombre tienden a decir más acerca del autor de ellas que de su tema. [...] Muchas veces parece que el descubridor de un nuevo cráneo dibuja de nuevo el árbol genealógico del hombre, y al hacerlo pone su descubrimiento en la línea central que conduce al hombre, y los cráneos de todos los demás en líneas secundarias que no conducen a ningún lugar”(45).

En una reseña del libro The Myths of Human Evolution (Los mitos de la evolución humana), escrito por los evolucionistas Niles Eldredge y Ian Tattersall, la revista Discover declaró que los autores eliminaron todo árbol genealógico evolucionista. ¿Por qué? Después de señalar que “solo se puede adivinar cuáles son los eslabones que componen el conjunto de antepasados de la especie humana”, esta publicación declaró: “Eldregge y Tattersall insisten en que el hombre busca en vano a sus antepasados. [...] Si la prueba estuviera allí, afirman, `se pudiera esperar con confianza que a medida que se hallaran más fósiles homínidos la historia de la evolución humana se hiciera más clara. Mientras que, si algo ha pasado, es lo contrario de eso'”.

La revista Discover llegó a esta conclusión: “la especie humana, y todas las especies, seguirán siendo en cierto sentido huérfanas, pues la identidad de sus padres está perdida en el pasado”(46).

El registro fósil revela un origen distinto, separado, para los monos antropoides y para los humanos. Por eso la prueba fósil de la conexión del hombre con las bestias simiescas no existe. En realidad los eslabones nunca han estado allí.

¿QUÉ APARIENCIA TENÍAN?


Sin embargo, si los antecesores del hombre no eran parecidos a monos, ¿por qué hay tantos dibujos y reproducciones de “hombres-monos” en las publicaciones científicas y en museos de todo el mundo? ¿En qué se basan estos? El libro The Biology of Race (La biología de la raza) responde: “Para completar los detalles de la carne y el pelo de tales reconstrucciones hay que recurrir a la imaginación”. Añade: “El color de la piel; el color, la forma y la distribución del pelo; la forma de los rasgos; y el aspecto de la cara... de estas características no sabemos absolutamente nada respecto a cualesquiera hombres prehistóricos”(47).

La revista Science Digest también comentó: “la vasta mayoría de las concepciones artísticas se fundan más en la imaginación que en la prueba. [...] Los artistas tienen que crear algo que se encuentre entre un antropoide y un ser humano; mientras más antiguo se diga que es el espécimen, más parecido a mono lo hacen”(48). Donald Johanson, buscador de fósiles, reconoció: “Nadie puede estar seguro de precisamente qué apariencia presentaba cualquier homínido extinto”(49).

De hecho, la revista New Scientist informó que no hay “suficiente prueba del material fósil para sacar de los campos de la fantasía nuestro teorizar”(50). Por eso, los dibujos e ilustraciones de “hombres-monos” son, como admitió cierto evolucionista, “en la mayoría de los respectos, pura ficción [...] total invención”(51). En armonía con eso, en Man, God and Magic (El hombre, Dios y la magia) Ivar Lissner hizo este comentario: “Tal como lentamente estamos aprendiendo que los hombre primitivos no son necesariamente salvajes, así tenemos que aprender a darnos cuenta de que los hombres primitivos del período Glacial no eran ni bestias brutas ni semiantropoides ni cretinos. De ahí la inefable estupidez de todos los intentos por reconstruir al hombre de Neandertal o hasta al hombre de Pekín”(52).

En su deseo de hallar prueba de la existencia de “hombres-monos”, algunos científicos han caído en los lazos del engaño directo; por ejemplo, el relacionado con el hombre de Piltdown, en 1912. Por 40 años este fue aceptado como genuino por la mayoría de la comunidad evolucionista. Finalmente, en 1953 se descubrió el engaño cuando las técnicas modernas revelaron que huesos humanos y de antropoides habían sido combinados y tratados artificialmente para que representaran gran edad. En otro caso, en la prensa se presentó el dibujo de un “eslabón perdido” semejante a un antropoide. Pero más tarde se reconoció que la “prueba” consistía en solamente un diente que pertenecía a una forma extinta de cerdo(53).

¿QUÉ ERAN?


Si las reconstrucciones de los “hombres-monos” no son válidas, entonces, ¿qué eran esas criaturas antiguas cuyos huesos fósiles han sido hallados? Uno de estos mamíferos de gran antigüedad de los cuales se alega que están en línea del hombre es un animalito parecido a roedor del cual se dice que vivió unos setenta millones de años atrás. En se libro Lucy: The Beginning of humanhind (Lucy: Los principios de la humanidad), Donald Johanson y Maitland Edey escribieron: “Eran cuadrúpedos insectívoros de aproximadamente el tamaño y la forma de las ardillas”(54) Richard Leakey llamó a este mamífero un “primate parecido a rata”(55). Pero ¿hay prueba sólida alguna de que estos animalitos hayan sido los antecesores de los humanos? No; en vez de eso, solo hay el razonamiento superficial de los que quisieran que así fuera. Ninguna etapa de transición las ha conectado alguna vez con nada excepto con lo que esas formas eran: mamíferos pequeños semejantes a roedores.

Después en la lista que por lo general se acepta, con una laguna admitida de unos cuarenta millones de años, hay fósiles que se hallaron en Egipto y que fueron llamados egiptopiteco (Aegyptopithecus... simio egipcio). Se dice que esta criatura vivió unos treinta millones de años atrás. Revistas, periódicos y libros han presentado ilustraciones de esta criatura, con titulares como estos: “Criatura parecida a mono fue nuestro antepasado”(revista Time)(56). “Primate africano parecido a mono llamado antepasado común del hombre y de los antropoides” (periódico The New York Times)(57). “Egiptopiteco es un antepasado que compartimos con los antropoides vivos” (obra Origins [Orígenes])(58). Pero ¿dónde están los eslabones entre esta criatura y el roedor que vino antes de ella? ¿Dónde están los eslabones a lo que se coloca después de ella en el alineamiento evolutivo? No se ha hallado ninguno.

LA SUBIDA Y CAÍDA DE LOS “HOMBRES- MONOS”

Después de otra laguna también reconocida como grande en el registro fósil, se había presentado otra criatura fósil, como el primer simio parecido a un humano. Se dijo que había vivido unos catorce millones de años atrás, y fue llamado ramapiteco (Ramapithecus... el simio de Rama [Rama era un príncipe mítico de la India]). Hace aproximadamente medio siglo se hallaron fósiles de este animal en la India. De estos Fósiles se construyó una criatura parecida a un antropoide, erguida, plantada sobre dos extremidades. De esta criatura, Origins (Orígenes) declaró: “Hasta donde se puede decir al momento, el primer representante de la familia humana”(59).

¿Qué prueba fósil había para llegar a tal conclusión? La misma publicación dijo.”La prueba en cuanto a ramapiteco es considerable... aunque en términos absolutos sigue siendo atormentadoramente pequeña: fragmentos de la quijada superior y la inferior, más un conjunto de dientes”(60). ¿Cree usted que esto era “prueba” lo suficientemente “considerable” como para reconstruir a un “hombre-mono” erguido que fuera antecesor de los humanos? Sin embargo, los artistas dibujaron a esta criatura mayormente hipotética como un “hombre-mono”, y dibujos de esta criatura se generalizaron en la literatura evolucionista... ¡todo sobre la base de fragmentos de quijadas y unos dientes! Con todo, como informó el periódico The New York Times, por décadas ramapiteco “se mantuvo, con toda la seguridad que pudiera tener, en la base del árbol evolutivo humano”(61).

Sin embargo, ya eso no es así. Fósiles recientes y más complejos revelaron que ramapiteco tenía estrecho parecido a la familia actual de los antropoides. Debido a eso, la revista New Scientist declara ahora: “Ramapiteco no pudo haber sido el primer miembro de la línea humana”(62). Esta nueva información evocó la siguiente pregunta en la revista Natural History: “¿Cómo se metió ramapiteco, [...] reconstruido únicamente de unos dientes y quijadas -sin pelvis, huesos de extremidades ni cráneo conocidos- en esta procesión en marcha hacia el hombre?”(63). Es obvio que tiene que haber intervenido mucha ilusión en tal esfuerzo para hacer que la prueba dijera lo que no dice.

Hay otra laguna de enormes proporciones entre esa criatura y la siguiente que había sido puesta en la lista como antepasado de tipo “hombre-mono”. A esta última se llama australopiteco (Australopithecus... simio del sur). Fósiles de este se encontraron originalmente en el sur de África en los años veinte del pasado siglo. Tenía un cráneo pequeño como de antropoide y una quijada pesada, y lo representaron caminando sobre dos extremidades, encorvado, cubierto de pelo y con apariencia de antropoide. Se decía que había vivido unos tres o cuatro millones de años atrás. Con el tiempo llegó a ser aceptado por casi todos los evolucionistas como el antepasado del hombre.

Por ejemplo, el libro The Social Contract (El contrato social) Señaló: “Con una o dos excepciones, todos los investigadores competentes en este campo concuerdan ahora en que los australopitecinos [...] son verdaderos antecesores del hombre”(64). El periódico The New York Times declaró: “Fue australopiteco [...] el que con el tiempo evolucionó hasta Homo Sapiens, o el hombre moderno”(65). Y en Man, Time, and Fossils (El hombre, el tiempo y los fósiles) Ruth Moore dijo: “Toda la prueba indicaba que los hombres al fin habían encontrado a sus antecesores primitivos, que por mucho tiempo les habían sido desconocidos”. Declaró ella con énfasis. “La prueba era arrolladora [...] el fin se había encontrado el eslabón perdido”(66).

Pero cuando en realidad la prueba para algo es débil, o no existe, o se basa en puro engaño, tarde o temprano lo que se afirma queda en nada. Así ha sucedido en el caso de muchos ejemplos pasados de presuntos “hombres-monos”.

Así ha sucedido, también, con australopiteco. La investigación ha revelado que su cráneo “difería del de los humanos de más maneras que solamente su menor capacidad cerebral”(67). El anatomista Zuckrman escribió: “El cráneo australopitecino, al compararse con el cráneo humano y el cráneo símico [de antropoide], parece arrolladoramente símico... no humano. La proposición contraria pudiera igualarse a una afirmación de lo negro es blanco”(68). También dijo: “Nuestros descubrimientos dejan poca duda respecto a que [...] australopiteco no se parece a Homo Sapiens, sino a los monos y antropoides vivientes”(69). Donald Johanson también dijo: “Los australopitecinos [...] no eran hombres”(70). Richard Leakey también llamó “poco probable el que nuestros antecesores directos sean descendientes evolutivos de los australopitecinos”(71).

Si hoy hubiera de hallarse vivos a algunos australopitecinos, serían puestos en los jardines zoológicos con los demás antropoides, Nadie los llamaría “Hombres-monos”. Lo mismo es cierto de otros “primos” fósiles semejantes, como un tipo de australopitecino más pequeño llamado “Lucy”. De este espécimen Robert Jastrow dice: “Este cerebro no era grande en tamaño absoluto; tenía la tercera parte del tamaño de un cerebro humano”(72). Es obvio que este australopitecino era también sencillamente un “antropoide”. De hecho, la revista New Scientist dijo que “Lucy” tenía un cráneo “Muy parecido al de un chimpancé”(73).

Otro tipo fósil recibe el nombre de Homo erectus... hombre erguido. El tamaño y la forma de su cerebro sí caen dentro del alcance de las medidas inferiores del cerebro del hombre moderno. Además, la Encyclopoedia Británica declaró que “los huesos de las extremidades descubiertos hasta ahora no se han podido distinguir de los de H[omo] Sapiens”(74). Sin embargo, no está claro si era humano o no. Si lo era, entonces era simplemente una rama de la familia humana, y desapareció.

LA FAMILIA HUMANA

El hombre de Neandertal (llamado así por el distrito de Nearder, en Alemania, donde se halló el primer fósil) era indudablemente humano. Al principio se le pintó encorvado, con apariencia de estúpido, peludo y simiesco. Ahora se sabe que esta reconstrucción equivocada se basó en un esqueleto fósil que había sido malamente deformado por una enfermedad. Desde entonces se han hallado muchos fósiles de Neandertal, y estos confirman que no difería mucho de los humanos modernos. En su libro Ice (Hielo), Fred Hoyle declaró: “No hay prueba alguna de que el hombre de Neandertal fuera de manera alguna inferior a nosotros”(75). El resultado ha sido que dibujos recientes de los neandertaloides han adquirido una apariencia más moderna.

Otro tipo fósil que frecuentemente se menciona en la literatura científica es el del hombre de Cro-Magnon, o Cromañon. Fue llamado así por el lugar, en el sur de Francia, donde sus huesos fueron originalmente desenterrados. Estos especímenes “eran casi tan indistinguibles de los de hoy que hasta los más escépticos tuvieron que admitir que eran humanos”, dice el libro Lucy(76) .

Así, pues, hay clara indicación de que no existe fundamento para creer en “hombres-monos”. En vez de eso, los humanos tienen todas las señales de haber sido creados... separados y distintos de todo animal. Los humanos se reproducen solamente según su propio género. Hacen eso hoy, y siempre han hecho eso en el pasado. Cualesquiera criaturas simiescas que vivieran en el pasado eran precisamente eso -antropoides, o monos- no humanos. Y los fósiles de humanos antiguos que difieren ligeramente de los humanos de hoy simplemente demuestran variedades dentro de la familia humana, tal como hoy tenemos muchas variedades que viven lado a lado. Hay humanos de dos metros de estatura y hay pigmeos, con una variedad de tamaños y formas de esqueletos. Pero todas estas variedades pertenecen al mismo tipo o “género” humano, no a un “género” animal.

En una reseña de un libro sobre la evolución, el autor inglés Malcolm Muggeridge comentó acerca de la falta de prueba para la evolución. Señalo que, de todos modos, florecía el razonamiento superficial y sin riendas. Entonces dijo: “En comparación con eso, el relato de Génesis parece suficientemente serio, y por lo menos tiene el mérito de estar relacionado válidamente con lo que conocemos acerca de los seres humanos y su comportamiento”. Dijo que las alegaciones sin base de millones de años para la evolución del hombre “y saltos desenfrenados de cráneo a cráneo, no pueden menos que impresionar como pura fantasía al que no haya sido cautivado por el mito [evolucionista]. Muggeridge llegó a esta conclusión: “De seguro la posteridad quedará asombrada, y espero que en gran medida entretenida, por el hecho de que tal teorizar descuidado y no convincente hubiera cautivado con tanta facilidad mentes del siglo XX, y hubiera sido aplicado tan amplia e imprudentemente”(77).















registro fosil completo?

Darwin Dijo: “Considero el registro geológico como una historia del mundo que no ha sido registrada a perfección, imperfecta hasta un grado extremo”. Él y otros supusieron que, a medida que el tiempo pasara, de seguro se hallarían los eslabones fósiles que faltaban.

Ahora, después de más de un siglo, se han desenterrado grandes cantidades de fósiles. El libro Procesos de la evolución orgánica comenta: “Ahora el registro de las formas de vida pasadas es extenso, y constantemente aumenta en riqueza a medida que los paleontólogos hallan, describen y comparan nuevos fósiles”. Y el científico Porter Kier, de la Institución Smithsoniana, añade: “En museos de todo el mundo hay cien millones de fósiles catalogados e identificados”. Por tanto, A guide to Earth History (Guía a la historia de la Tierra) declara: “Con la ayuda de los fósiles los paleontólogos pueden darnos ahora un cuadro excelente de la vida de las edades pasadas”.

Después de todo este tiempo, y de haberse ensamblado millones de fósiles, ¿qué dice el registro ahora? El evolucionista Steven Stanley declara que estos fósiles “revelan cosas nuevas y sorprendentes acerca de nuestros orígenes biológicos”. El libro Una vista a la vida, escrito por tres evolucionistas, añade: “El registro fósil está lleno de tendencias que los paleontólogos no han podido explicar”.
Lo que ha confundido a estos científicos es el hecho de que la gran cantidad de prueba fósil que ahora está disponible revela precisamente lo mismo que revelaba en los días de Darwin: Las clases fundamentales de organismos vivos aparecieron de súbito y no cambiaron en grado apreciable durante largos espacios de tiempo. Nunca se han hallado eslabones de transición entre una de las clases principales de organismos vivos y otra. Por eso, lo que el registro fósil dice es precisamente lo opuesto de lo que se esperaba.
LA PALEONTOLOGÍA EDITADA
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La Paleontología se ocupa del estudio del registro fósil, con el objeto de reconstruir la historia de la vida en nuestro planeta. En el siglo XIX fue el naturalista francés Georges Cuvier quien aplicó por primera vez sus teorías al estudio sistemático de los fósiles. Su interés por la investigación paleontológica se acrecentó a partir del examen de unos huesos de elefante que fueron desenterrados en París, Francia, lo que fue un gran acontecimiento que sorprendió a los parisienses. Y aunque Cuvier no descubrió a los dinosaurios, hizo mucho para crear las condiciones intelectuales que conducirían a su descubrimiento y estudio. Actualmente el término fósil incluye cualquier evidencia de vida que haya existido en el pasado: un tronco petrificado, pisadas, restos de plantas, organismos momificados, animales atrapados en el hielo como los mamuts descubiertos en territorio siberiano, insectos atrapados en ámbar,ets. ¿Qué edad debe tener un fósil para ser considerado como tal? Algunos han establecido la cifra de 10 mil años, con el argumento de que ese es el tiempo que le toma a un organismo fosilizarse después de muerto. Sin embargo, hoy se sabe con certeza que ese proceso depende de múltiples factores, entre ellos la naturaleza del organismo, es decir, el tener un cuerpo blando o un esqueleto duro. Otro elemento importante es el sitio en el que el organismo murió y si fue sepultado rápidamente. Estos factores muestran que puede haber organismos fósiles incluso de menos edad o mucho mayores. Se arguye que también el hombre apareció en la Tierra hace 10 mil años, pero en realidad muchos estudios indican que nuestra especie surgió hace aproximadamente 300 mil años. Probablemente esa teoría se basa en la edad que, se considera, tiene la invención de la escritura: todo lo que se registra antes de eso se conoce como prehistoria y lo que viene después como historia. Por último, está destinado a reflexionar aún más profundamente y a enfrentarse con los enigmas del significado y la naturaleza de la vida y del hombre, así como también con los problemas de la conducta y los valores humanos. La historia de la vida está inmersa directamente en todos estos enigmas y problemas. Gracias a la Paleontología y a quienes la ejercen profesionalmente podemos entender mejor cómo era la vida sobre el planeta en una época cuyos misterios cada vez lo son menos. Lo que con más frecuencia encuentran los paleontólogos dedicados al estudio de los dinosaurios son fragmentos de huesos permineralizados. También se han descubierto esqueletos casi completos y articulados, ejemplares momificados, impresiones de su piel, cáscarones y huevos, restos de sus contenidos estomacales, coprolitos, pisadas y, en años recientes, hasta embriones.

el eslabon perdido

El eslabón repetido

Los restos fósiles de Ida, una hembra primate que vivió hace 47 millones de años en Alemania, parecen presentarse como la prueba definitiva de la pertinencia de las ideas de Darwin. Pero en el mundo de la evolución no todo es tan definitivo y singular como parece.

Esto ya ocurrió muchas veces, porque está en el orden mismo de la evolución; o quizás en el de la divulgación de la teoría de Darwin. O mejor, en el de su prueba más –y a la vez menos– contundente: el registro fósil. Esta vez, la novedad quizá consista en que haya que considerarlo como un vago coup de théâtre promocional –pero, ¿qué se estaría promocionando?, ¿la paleontología?, ¿la investigación científica en general?, ¿alguna institución particular?–, en el año en que se cumplen 200 del nacimiento de Charles Darwin y 150 de El origen de las especies.

El hallazgo del eslabón perdido ya se anunció antes algunas veces. Lo que prueba que ni es único, ni está tan perdido. ¿Qué es el eslabón perdido? Una noción de contornos imprecisos, no del todo científica sino más bien divulgativa. Anunciar su periódico hallazgo suele ser una claudicación promocional de la ciencia. Pero la noción no es nueva.

Por un lado basta pensar en el gradualismo que supone la idea de Darwin para entender que, desde el principio, la Teoría de la Evolución por selección natural exigió un eslabón perdido esencial en el que no suele pensarse: el que explicara el origen de la vida y uniera la materia orgánica con la inanimada. Una vaga sustancia intermedia que se imaginó como un protoplasma informe, una gelatina viva, una albúmina hirviente. Thomas Henry Huxley, el más decidido defensor de la evolución, lo buscó dragando el fondo del mar de Irlanda. Previsiblemente, no lo halló.

Por otro lado, en materia de evolución orgánica, la noción de eslabón perdido procede de la discontinuidad característica del registro fósil. En cuanto Darwin propuso la idea de la transformación orgánica, ocurrió el enfrentamiento natural entre partidarios y detractores de su idea. y muchas veces, las preferencias podían reconocer motivos no científicos.

CONMOVER PARA CONVENCER
Quizá por eso, porque remitía a concepciones ajenas a la ciencia, rápidamente se entendió que la batalla debía ser librada, y ganada, ante la opinión pública. ¿Qué prueba material contundentemente publicitaria de la realidad de la evolución podía hallarse?, se preguntaron los amigos de Darwin. Huxley, siempre dispuesto, pensó en los fósiles. Darwin mismo los invocaba en su libro como una prueba general –una más, una entre otras– de la evolución.

Estimó que si los paleontólogos desenterraban secuencias de especies fósiles que convergieran en las especies modernas, la opinión pública creería en la verdad de la evolución. Vería su verdad como una revelación, asistiría a la materialización de la evidencia. Huxley mismo, que había sido el primero en afirmar que el hombre había evolucionado a partir de un antepasado simiesco, junto a un grupo esforzado de evolucionistas, se aplicó a excavar. Había que encontrar las formas intermedias y convencer.

Pero el registro fósil no mostró lo que los amigos de Darwin esperaban. Mostró, más bien, abruptas discontinuidades. Allí donde se excavara, las especies fósiles parecían haber prosperado sin mayores cambios durante cientos de miles de años hasta ser, inopinadamente, reemplazadas por especies nuevas. Eso probaba, se apresuraron a explicar los detractores de Darwin, que las especies no surgían unas de otras sino que Dios las creaba periódicamente. La huella fósil, inesperadamente, se convirtió en la prueba material de la intervención divina.

DE COMO SURGIO EL CONCEPTO DE ESLABON PERDIDO
Darwin, con calma, explicó que, aun con aquellas notables discontinuidades, el perfil global del registro fósil confirmaba la Teoría de la Evolución, porque exhibía una tendencia reconocible hacia la variedad y la complejidad orgánica de las especies. ¿Y cómo explicaba la abrupta aparición de especies nuevas?

Por el conocimiento imperfecto del registro, que procedía del hecho de que sólo había sido explorada una parte exigua del mundo, y que sólo algunos organismos lograban preservarse como fósiles. Darwin confiaba en que ulteriores investigaciones paleontológicas descubrirían las formas intermedias, los eslabones perdidos del árbol de la vida.

Y por eso, durante generaciones, sus epígonos repitieron convencidos de que ulteriores investigaciones paleontológicas perfeccionarían indefinidamente el conocimiento del registro fósil hasta materializar su modelo de cambio gradual. Eso nunca ocurrió. Y de esa imperfección, de ese aparente desacuerdo entre la predicción teórica y la evidencia material, surgió la noción confusa de eslabón perdido. Surgió, digámoslo así, una tradición que continúa.

ANTECEDENTES
En materia de evolución humana, el primer candidato a eslabón perdido (encontrado) es anterior a Darwin. En 1856, tres años antes de El origen de las especies, se hallaron en Alemania fragmentos fósiles indudablemente humanos y antiguos. Pero el descubrimiento se vio empañado por una dificultad: el desconcierto respecto de la edad imposibilitó la identificación. Si medir es comparar, digamos que no había con qué comparar la edad de aquel fósil.

Indistintamente se opinó que el esqueleto había servido a un remoto antepasado simiesco del hombre, a un cosaco que había combatido a Napoleón, a un holandés antiguo, a un caníbal, a un irlandés. Hallazgos ulteriores, en Francia, de cráneos aparentemente humanos con características similares, condujeron a una denominación genérica: el Hombre de Neanderthal.

El desconcierto se repitió unos treinta años después, cuando Eugène Dubois, un antropólogo holandés que se había propuesto encontrar en los trópicos el eslabón perdido entre el mono y el hombre –las intenciones ya eran claras por entonces– desenterró en Java, zona tropical dominada por Holanda, la parte superior del cráneo de un homínido, algunos molares y un fémur izquierdo. Dubois, que estaba seguro de haber encontrado lo que se había propuesto encontrar, bautizó a su hallazgo Pithecanthropus erectus, como para cifrar en el nombre la convicción o el desconcierto.

La licencia metafórica que suponía hablar del eslabón perdido, había preparado la opinión científica. Era, por entonces, extremadamente favorable a la idea de que los ancestros humanos debían presentar una combinación morfológica de características simiescas y humanas. Y esa conjetura, que aún no había encontrado definitivos elementos de oposición entre los exiguos restos fósiles que se conocían por entonces, fue corroborada, una vez más, en Piltdown.

EL HOMBRE DE PILTDOWN
El Hombre de Piltdown fue, hasta los años ‘20, y más allá del escepticismo que concitó desde el principio su reconstrucción, más o menos lo que todo el mundo esperaba de un eslabón perdido: una mezcla sabiamente dosificada de características mixtas. Pero Piltdown fue un fraude, que consistió en la anexión fraudulenta de una cabeza de hombre y una mandíbula de mono. Un defensor de la patraña dijo alguna vez que si la naturaleza había permitido que en un mismo ser coexistieran atributos de mono y de hombre, a algún compromiso tenía que haber llegado en las coyunturas.

Desde entonces, periódicamente, ante el descubrimiento de restos fósiles de homínidos más o menos antiguos y bien conservados, se anuncia el hallazgo del eslabón perdido. Sabemos que los números son infinitos. Eso quiere decir, entre otras cosas, que hay infinitos números que no se han escrito, que no se han pensado. Sin embargo, sabemos que están ahí, en la recta real. Entre cualesquiera dos números, hay infinitos números, infinitos eslabones que conducen de uno a otro, esencialmente desestimables: no necesitamos verlos para saber que existen.

En la evolución, los eslabones de la transición orgánica no son infinitos, y son todos estimables. Cada nuevo eslabón es la forma que aparece después de alguna, y antes de alguna otra, y eso la vuelve única. El gradualismo que supone la teoría de Darwin parece demandar un corpus empírico completo, en el que paulatinamente se vean las transiciones. Una exigencia de la teoría, respecto de los hallazgos que tienen valor de prueba, que parece requerir una perfección que los propios hallazgos no tienen. Pero esa exigencia es ilusoria, y no está en la teoría misma.

Huxley buscó la prueba plena de la evolución. Darwin, quizá más sabio, pruebas parciales, concéntricas, que acumularan evidencia en una dirección. Porque la prueba plena no es una necesidad para el tribunal de la comunidad científica. Está dirigida antes al jurado de la opinión pública que a los jueces de la ciencia.

¿El eslabón perdido?
Los científicos consideran que el hallazgo de un fósil de 47 millones de años avalaría la teoría de Darwin, ya que sería la evidencia de la conexión entre los primates y los humanos
Un equipo de científicos reveló recientemente al mundo el esqueleto fosilizado de un mono-lemur de 47 millones de años de antigüedad en Nueva York.

Este fósil, al que han llamado Ida, podría ser el eslabón perdido en la cadena de la evolución humana.

El descubrimiento del 95 por ciento del esqueleto del mono-lemur podría completar la búsqueda de una conexión directa entre los humanos y el resto del reino animal que ya inició hace 200 años Charles Darwin con la Teoría de la Evolución.

Así, el equipo investigador señaló a Ida como la prueba de la transición de las especies. Según sir David Attenborough, "esta pequeña criatura va a enseñarnos nuestra conexión con el resto de los mamíferos. Es el único que nos conecta directamente con ellos".

El fósil de la mona Ida tiene unos 53 centímetros de altura y es aplastado hasta el grosos de un posavasos.

Es el fósil de primate más completo nunca encontrado. Ida tiene uñas en vez de garras y sus pulgares están opuestos, lo que la sitúa en el inicio de la raíz de la evolución humana. Además, Ida tiene el hueso del talón igual que los humanos.

El fósil de mono-lemur fue investigado en secreto desde hace dos años cuando llegó a las manos del profesor del Museo de Historia Natural de Noruega, Jorn Hurum.

Ida fue desenterrada por un cazador de fósiles hace unos 25 años en Messel Pit, un antiguo cráter volcánico que está situado cerca de Frankfurt, en Alemania.

El coleccionista tuvo el esqueleto de fosilizado colgado en una pared de su casa durante 20 años.
Todas las diferentes clases de animales aparecen abruptamente y completamente funcionales en los estratos sin prueba de ancestros macroevolucionarios. Esta es una indicación al menos de que la vida no evolucionó de un común ancestro.

No existe prueba científica que la vida ha evolucionado.

Aunque los científicos continuarán descubriendo nuevas variedades de fósiles animales y vegetales, está concensuado prácticamente que los millones de fósiles ya descubiertos y los sedimentos ya explorados proveen una indicación generalmente real de hacia dónde apunta la evidencia. Esto es, se continuará con una muy pequeña o ninguna evidencia fósil hallada para soportar la evolución.

Muchos de los animales y plantas fósiles fueron enterrados en un lecho de sedimentos y agua.

No existe prueba científica de que los fósiles, el carbón o la tierra tengan billones de años de edad.

Existe una evidencia creciente de que muchas rocas sedimentarias, que algunos piensan asignarles miles o millones de años de edad para acumular, casi ciertamente fueron depositadas en solamente meses, días u horas.

En casi todos los casos, la existencia de los fósiles en los tipos y número descubiertos indican fuertemente las condiciones catastróficas con las cuales fueron involucrados en el sepultamiento y preservación de estos restos de animales y plantas. Sin tales condiciones, parece ser difícil la manera de explicar su existencia.

A la cuestión de por qué no encontramos abundantes depósitos fosilíferos correspondientes a esos supuestos largos periodos anteriores al sistema Cámbrico, no puedo dar una respuesta satisfactoria. DARWIN, El origen de las especies.
Los actuales buscadores de fósiles han descubierto microbios petrificados en rocas anteriores al Cámbrico. Este hallazgo hubiera alegrado mucho a Darwin pero, desde luego, no habría solucionado el problema de las lagunas en el registro fósil. La más profunda y enorme de estas lagunas es sin duda la primera, la que existe entre estos microorganismos hallados en estratos del Precámbrico y casi todos los planes generales de diseño animal que se conocen en este planeta y que aparecen ya como una explosión de vida a principios del Cámbrico, primer período de la era Primaria según la geología actualista o evolucionista.




Para tener una ligera idea de la rapidez con que se produjo esta aparición, baste recordar que sólo habría durado un 0,2% de la historia de la vida en la Tierra. Tres mil millones de años bajo el dominio de las bacterias invisibles y de repente, en sólo diez millones de años, (un pestañeo fugaz en el tiempo de la evolución) los océanos se llenan de moluscos, gusanos, medusas, crustáceos, estrellas, esponjas, cordados y otras clases de animales que ya no viven en la actualidad. ¿Por qué tanta prisa? ¿No parece gritar este descubrimiento: creación en vez de evolución? Tal es el desconcertante enigma que hoy viene preocupando al evolucionismo.



Los fósiles del Cámbrico ponen de manifiesto que la pretendida transformación gradual y lenta, desde la célula al hombre, que proponía Darwin con su método de la selección natural, no puede explicar de ninguna manera el origen de los seres vivos. Los famosos árboles de la evolución que pretenden mostrar la descendencia de todos los organismos a partir de antepasados comunes y, en última instancia, de una primitiva y única especie, se han vuelto del revés para dar la razón a los últimos fósiles descubiertos.

El darwinismo dio por supuesto que una primitiva especie viva fue el tronco del árbol evolutivo que a lo largo de las eras se fue diversificando en ramas, brotes y hojas nuevas. Las especies que existen en la actualidad serían los descendientes de aquel hipotético tronco ancestral cuyos fósiles jamás han sido encontrados. Esta idea se ha venido aceptando como si se tratara de una religión científica durante más de cien años. Sin embargo hoy, después del descubrimiento de yacimientos fósiles sumamente significativos, como los del Burguess Shale en Canadá, donde aparece una veintena de especies nuevas que no pertenecen a ningún phylum conocido, el árbol de la evolución se ha convertido en un montón de ramas sueltas sin conexión entre sí. La principal sorpresa que ha provocado este hallazgo es que tales organismos del Cámbrico poseen una disparidad de diseños anatómicos que sobrepasan, con mucho, la gama moderna que hay en todo el mundo. De los 120 géneros estudiados, unos veinte corresponden a artrópodos únicos y además de contener los principales grupos animales que hoy existen, se han descubierto varios diseños que no encajan con ningún otro grupo animal conocido.



Esto hace que el único árbol de la evolución darwinista se transforme de repente en un sotobosque repleto de pequeños arbustos sin conexión entre sí. En lugar de un solo tronco inicial hay muchos distintos y sin relaciones evolutivas entre sí. Después de la explosión cámbrica se fueron produciendo extinciones de especies, variaciones, mutaciones, hibridaciones, etc., hasta llegar al tiempo presente. No cabe duda de que tal modelo encaja mucho mejor con la idea de una creación inicial en la que aparecen de repente muchos tipos de vida, más de los que existen en la actualidad, y a lo largo del tiempo aquella riqueza inicial fue disminuyendo y se empobreció paulatinamente.

Tres de los paleontólogos evolucionistas que más han estudiado el fenómeno de la explosión cámbrica, James Valentine, David Jablonsky y Douglas Erwin han manifestado lo siguiente: “Tanto el registro fósil como las filogenias moleculares (genealogías basadas en comparaciones de ADN) son coherentes con la idea de que todos los phyla animales vivos en la actualidad habían aparecido ya antes del final del intervalo de 10 millones de años que constituye la explosión cámbrica.” (Valentine, Jablonsky & Edwin, 1999, Fossils, molecules and embryos: new perspectivas on the Cambrian explosion, Development 126, pp. 851-859).



Cuando se busca en estratos del Precámbrico, anteriores a esta riqueza de formas, sólo se encuentra unos pequeños discos que se atribuyen a seres de simetría radial como las medusas (en las montañas MacKenzie, al noroeste de Canadá); ciertos rastros desconocidos (al oeste de Escocia); unos embriones enigmáticos de pocas células en la plataforma del Yangtsé, al sur de China y unas minúsculas impresiones fósiles de menos de un milímetro, llamadas fauna de Ediacara, que se hallan distribuidas por todo el mundo. Muchos paleontólogos están convencidos de que estos fósiles precámbricos no representan verdaderos precursores de la explosión Cámbrica, sino sólo tentativas fracasadas sin continuidad con dicha radiación. Sin embargo, quienes continúan defendiendo el evolucionismo, prefieren seguir creyendo que todos los animales de Cámbrico descienden de una primitiva especie que debió aparecer mucho antes y que, desde luego todavía no se ha encontrado.

Este hipotético animal ancestral, aunque siga siendo un perfecto desconocido, tiene ya un nombre, Urbilateria. Se trata de la invención de un perfecto fantasma. Nunca se ha encontrado su fósil. No se sabe de dónde salió, qué forma tenía, si existió o no, pero se le ha puesto nombre porque la teoría de la evolución necesita de su existencia. Todo menos admitir que quizá lo que ocurrió fue una creación sobrenatural de todos los tipos básicos. Algo a lo que la ciencia ya no tendría acceso. En nuestra opinión lo que el estudio de los fósiles demuestra es que la vida hizo su misteriosa aparición sobre la Tierra súbitamente, tal y como requiere un acto creador original.



En cuanto a la datación de todos estos fósiles hay que decir que las técnicas empleadas son muy poco fiables. Esto lo reconocen los propios evolucionistas: “Las comparaciones de ADN no han conseguido de momento calcular fiablemente la época en que aparecieron los primeros animales. Varios laboratorios lo han intentado, pero las fechas que han calculado discrepan de manera espantosa (nada menos que entre los 600 millones de años atrás y los 1.500 millones de años atrás). Es obvio que una metodología que produce unas estimaciones tan absurdamente discrepantes sirve de muy poca cosa en este problema concreto”. (Sampedro, Deconstruyendo a Darwin, 2002: 84)
Profundización de la investigación. A partir de ese momento, y ya con la participación de los licenciados Angel Miño y Claudia Lovera, como así también con el alumno avanzado de la Licenciatura en Ciencias Biológicas, Federico Arce, comenzaron un trabajo de colaboración tanto en lo que respecta a la clasificación de los fósiles, como en enseñanza en el campo, de las metodologías de extracción y preparación de materiales fósiles.

En forma paralela, continuaron con trabajos de campo en busca de nuevos materiales. Esto permitió hallar un nivel con impresiones de plantas fósiles, probablemente de edad Holocena, y que constituyen las primeras que se encuentran tanto para el nordeste como noroeste del país.

Según Lutz, Zurita y su equipo, existen unas pocas citas de megafósiles vegetales para ese período geológico, tanto en nuestro país como a nivel mundial. En Argentina sólo se conocen dos citas previas para la provincia de Buenos Aires y una para la Isla Grande de Tierra del Fuego, pero sin descripciones de plantas. Esta situación muestra claramente la importancia de los hallazgos.
Fosilización
Para que un resto corporal o una señal de un organismo merezca la consideración de fósil es necesario que se haya producido un proceso físico-químico que le afecte, conocido como fosilización. En este proceso se pueden producir transformaciones más o menos profundas que pueden afectar a su composición y estructura. Este proceso va en función del tiempo, por lo que debe haber transcurrido un determinado intervalo a partir del momento de producción del resto para que llegue a la consideración de fósil. La fosilización es un fenómeno excepcionalmente raro, ya que la mayoría de los componentes de los seres vivos tienden a descomponerse rápidamente después de la muerte.[11]


Tarbosaurus en el Museo Natural de Münster.La permineralización ocurre después del enterramiento, cuando los espacios vacíos en un organismo (espacios que en vida estaban llenos de líquido o gas) se llenan con agua subterránea, y los minerales que ésta contiene precipitan, llenando dichos espacios.

En muchos casos los restos originales del organismo han sido completamente disueltos o destruidos.


Procesos de descomposición
Son los principales responsables en la capacidad de preservación. Su efecto es la rareza con que se conservan partes orgánicas blandas (60% de los individuos en una comunidad marina sólo tienen partes blandas). La presencia de partes blandas son indicativas de condiciones sedimentológicas y diagenéticas excepcionales.
Problemas con el Registro Fósil - ¿Qué están diciendo los Científicos?
El autor Luther Sunderlan se dio cuenta de los problemas con el registro fósil, así que resolvió buscar una respuesta definitiva en los más prestigiosos museos. Sunderland entrevistó a cinco funcionarios de respetados museos, reconocidas autoridades en sus propios campos de estudio, incluyendo funcionarios del Museo Americano, el Museo de Historia Natural de Chicago, y el Museo Británico de Historia Natural. Ninguno de los cinco representantes estuvieron disponibles para ofrecer un sólo ejemplo de una serie transicional de organismos fosilizados, para documentar la transformación de una Especie de planta o animal en otra.1

El Museo Británico de Historia Natural se enorgullece de tener la más grande colección de fósiles del mundo. Entre los cinco respetados funcionarios de museos, Sunderland entrevistó al Dr. Colin Patterson, Paleontólogo de mayor rango del Museo Británico y editor de una prestigiosa publicación científica. Patterson es un experto reconocido que posee un conocimiento íntimo del registro fósil. Fue incapaz de dar un sólo ejemplo de transición Macro-Evolucionista. De hecho, Patterson escribió un libro para el Museo Británico de Historia Natural titulado: "Evolución". Cuando le preguntaron por qué no había incluido ni una sola fotografía de un fósil transicional en su libro, Patterson respondió:
LO QUE DICE EL REGISTRO FÓSIL


Los fósiles son los restos de formas de vida antiguas conservados en la corteza de la Tierra. Estos pueden ser esqueletos o partes de esqueletos, como huesos, dientes o caparazones. Un fósil puede ser también algún rastro de la actividad de lo que en un tiempo estuvo vivo, como una impresión dejada en algún material, o huellas. Hay muchos fósiles que no contienen ya su material original; más bien, están compuestos de depósitos minerales que se infiltraron en los organismos y adoptaron su forma.

¿Por qué son importantes para la evolución los fósiles? El genetista G.L. Stebbins señaló una razón importante: “Ningún biólogo ha visto en realidad el origen por evolución de alguno de los grandes grupos de organismos”(1). Así, hoy día no se ve que los organismos vivos que se hallan en la Tierra estén evolucionando para llegar a ser otros organismos. En vez de eso, todos están completos en su forma y se distinguen de los demás tipos. Como señaló el genetista Theodosius Dobzhansky: “El mundo viviente no es un solo despliegue [...] conectado por series ininterrumpidas de formas intermedias”(2). Y Charles Darwin admitió que “la distinción característica de las formas específicas [de vida], y el hecho de que no estén conectadas discerniblemente entre sí por innumerables eslabones de transición, es una dificultad muy obvia”(3).

Así, las variedades discretas o distintas de formas vivas de hoy no ofrecen apoyo a la teoría de la evolución. Por eso se hizo tan importante el registro fósil. Se creía que por lo menos los fósiles suministrarían la confirmación que la teoría de la evolución necesitaba.

QUÉ BUSCAR

Si la evolución fuera realidad, la evidencia fósil de seguro revelaría un cambio gradual desde un tipo o género de vida hasta otro. Y eso tendría que ser así sin importar qué variación de la teoría evolucionista se aceptara. Hasta científicos que creen en los cambios de índole más rápida que se asocian con la teoría del “equilibrio puntuado” reconocen que todavía habría de suponerse que estos cambios tuvieran lugar durante muchos miles de años. De modo que no es razonable creer que no habría ninguna necesidad en absoluto de fósiles eslabonadores.

Además, si la evolución estuviera fundada en la realidad, se esperaría que el registro fósil revelara los comienzos de nuevas estructuras en los organismos vivos. Debería haber por lo menos algunos fósiles en los que estuvieran en desarrollo brazos, piernas, alas, ojos y otros huesos y órganos. Por ejemplo, debería haber aletas de peces que estuvieran transformándose en patas de anfibio con pies y dedos, y branquias que estuvieran transformándose en pulmones. Debería haber reptiles con extremidades delanteras que estuvieran transformándose en alas de aves, extremidades posteriores que estuvieran pasando a ser patas con garras, escamas que estuvieran convirtiéndose en plumas, y bocas que estuvieran llegando a ser picos córneos.

Sobre esto, la revista científica británica New Scientist dice de la teoría: “Predice que un registro fósil completo consistiría en linajes de organismos que continuamente mostraran cambio gradual durante largos espacios de tiempo”(4). Como aseguró Darwin mismo: “La cantidad de variedades intermedias, que han existido anteriormente, [tiene que] ser verdaderamente enorme”(5).

¿ESTÁ COMPLETO EL REGISTRO?


Sin embargo, ¿se halla el registro fósil lo suficientemente completo como para que se dé prueba aceptable de que la evolución tiene apoyo? Hace más de un siglo, Darwin no pensaba así. ¿Qué había de “malo” en el registro fósil en su tiempo? No contenía los eslabones de transición que se requerían para sostener su teoría. Esta situación lo impulsó a decir: “Entonces, ¿Por qué no están llenos de esos eslabones intermedios toda formación geológica y todo estrato? Ciertamente la geología no revela ninguna cadena orgánica finamente graduada como esa; y esta, quizás, sea la más obvia y seria objeción que se puede presentar contra la teoría”(6).

En el tiempo de Darwin el registro fósil desilusionó a Darwin de otra manera. Explicó él: “La manera abrupta como grupos enteros de especies aparecen súbitamente en ciertas formaciones ha sido presentada por varios paleontólogos [...] como una objeción mortífera a la creencia en la transmutación de las especies”. Añadió: “Hay otra dificultad, relacionada con esta, que es mucho más seria. Aludo a la manera como especies que pertenecen a varias de las principales divisiones del reino animal aparecen de súbito en las rocas fosilíferas más bajas que se conocen. [...] En la actualidad el caso tiene que permanecer inexplicable, y verdaderamente se puede presentar como argumento válido contra los puntos de vista [evolucionistas] que aquí se expresan”(7).

Darwin intentó explicar estos enormes problemas mediante un ataque contra el registro fósil. Dijo: “Considero el registro geológico como una historia del mundo que no ha sido registrada a perfección, [...] imperfecta hasta un grado extremo”(8). Él y otros supusieron que, a medida que el tiempo pasara, de seguro se hallarían los eslabones fósiles que faltaban.

Ahora, después de más de un siglo de extenso cavar, se han desenterrado grandes cantidades de fósiles. ¿Es todavía tan imperfecto como antes el registro? El libro Proceses of Organic Evolution (Procesos de la evolución orgánica) comenta: “Ahora el registro de las formas de vida pasadas es extenso, y constantemente aumenta en riqueza a medida que los paleontólogos hallan, describen y comparan nuevos fósiles”(9). Y el científico Porter Kier, de la Institución Smithsoniana, añade: “En museos de todo el mundo hay cien millones de fósiles catalogados e identificados”(10). Por tanto, A guide to Earth History (Guía a la historia de la Tierra) declara: “Con la ayuda de los fósiles los paleontólogos pueden darnos ahora un cuadro excelente de la vida de las edades pasadas”(11).

Después de todo este tiempo, y de haberse ensamblado millones de fósiles, ¿qué dice el registro ahora? El evolucionista Steven Stanley declara que estos fósiles “revelan cosas nuevas y sorprendentes acerca de nuestros orígenes biológicos”(12). El libro A View of Life (Una vista a la vida), escrito por tres evolucionistas, añade: “El registro fósil está lleno de tendencias que los paleontólogos no han podido explicar”(13). ¿Qué es esto que ha sido tan `sorprendente' para estos científicos evolucionistas, y que ellos `no pueden explicar'?

Lo que ha confundido a estos científicos es el hecho de que la gran cantidad de prueba fósil que ahora está disponible revela precisamente lo mismo que revelaba en los días de Darwin: Las clases fundamentales de organismos vivos aparecieron de súbito y no cambiaron en grado apreciable durante largos espacios de tiempo. Nunca se han hallado eslabones de transición entre una de las clases principales de organismos vivos y otra. Por eso, lo que el registro fósil dice es precisamente lo opuesto de lo que se esperaba.

El botanista sueco Heribert Nilsson describe la situación de este modo, después de 40 años de llevar a cabo sus propias investigaciones: “No es posible siquiera hacer una caricatura de una evolución mediante los hechos paleobiológicos. El material fósil ahora está tan completo que [...] la falta de especies de transición no puede ser explicada como cosa que se deba a escasez de material. Las deficiencias son reales, y nunca serán llenadas”(14).

LA VIDA APARECE DE REPENTE

Miremos más de cerca la prueba. En su libro Red Giants and Write Dwarfs (Gigantes rojas y enanas blancas), Robert Jastrow declara: “En alguna ocasión en los primeros mil millones de años, la vida apareció en la superficie de la Tierra. Lentamente, según indica el registro fósil, los organismos vivos fueron ascendiendo desde formas simples hasta formas más avanzadas”. De esta descripción, uno esperaría que el registro fósil hubiera verificado una evolución lenta desde las primeras formas de vida “simples” hasta las complejas. Sin embargo, el mismo libro dice: “Los críticos primeros mil millones de años, durante los cuales la vida empezó, son páginas en blanco en la historia de la Tierra”(15).

Además, ¿pueden verdaderamente ser descritos como “simples” los primeros tipos de vida? “Al retroceder en el tiempo hasta la edad de las rocas más antiguas -dice Evolution From Space (Evolución desde el espacio)-, los residuos fósiles de antiguas formas de vida que se han descubierto en las rocas no revelan un principio simple. Aunque decidamos pensar que las bacterias fósiles y las algas y los microhongos fósiles son simples en comparación con un perro o un caballo, la norma de información permanece enormemente alta. La mayor parte de la complejidad bioquímica de la vida ya estaba presente al tiempo de la formación de las más antiguas rocas de la superficie de la Tierra”(16).

Desde este principio, ¿puede hallarse prueba alguna que verifique que los organismos de una sola célula evolucionaran hasta formar los de muchas células, o pluricelulares? “El registro fósil no contiene vestigio alguno de estas etapas preliminares en el desarrollo de los organismos pluricelulares”, dice Jastrow(17). En vez de que eso sea cierto, él declara: “El registro de las rocas contiene muy poco, aparte de bacterias y plantas unicelulares, hasta que, hace aproximadamente mil millones de años, después de unos tres mil millones de años de progreso invisible, aconteció un suceso de gran trascendencia. Aparecieron en la Tierra las primeras criaturas compuestas de muchas células”(18).

Así, al comienzo de lo que se llama el período cámbrico, el registro fósil presenta un dramático e inexplicado cambio. En este tiempo aparece tan súbitamente una gran variedad de criaturas marinas plenamente desarrolladas, complejas, muchas con fuertes caparazones, que suele hacerse referencia a este tiempo como el de una “explosión” de organismos vivos. A View of Life (Una vista de la vida) lo describe así: “Comenzando a la base del período cámbrico, y extendiéndose por unos diez millones de años, todos los grupos principales de invertebrados `esqueletizados' se presentaron por primera vez en el más espectacular aumento de diversidad que haya acontecido sobre nuestro planeta”. Aparecieron caracoles, esponjas, estrellamares, animales parecidos a langostas llamados trilobites, y muchas otras criaturas marinas complejas. Es interesante el hecho de que el mismo libro señala lo siguiente: “De hecho, algunos trilobites extintos desarrollaron ojos más complejos y eficaces de los que posee cualquier artrópodo viviente”(19).

¿Hay eslabones fósiles entre este estallido de formas de vida y lo que lo precedió? En el tiempo de Darwin no existían tales eslabones. Él confesó: “A la pregunta de por qué no hallamos abundantes depósitos fosilíferos que pertenezcan a estos supuestos períodos más tempranos anteriores al sistema cámbrico, no puedo dar respuesta satisfactoria”(20). Hoy día, ¿ha cambiado esta situación? El paleontólogo Alfred S. Romer notó la declaración de Darwin acerca de “la manera abrupta como grupos enteros de especies aparecen súbitamente” y escribió: “Debajo de esto [el período cámbrico], hay un vasto grosor de sedimentos en los cuales debería esperarse que estuvieran los progenitores de las formas cámbricas. Pero no los hallamos; estos lechos más antiguos están casi desprovistos de indicación de vida, y pudiera decirse que el cuadro general es consecuente, razonablemente, con la idea de una creación especial en el principio de los tiempos cámbricos. `A la pregunta de por qué no hallamos abundantes depósitos fosilíferos que pertenezcan a estos supuestos períodos más tempranos anteriores al sistema cámbrico -dijo Darwin-, no puedo dar respuesta satisfactoria'. Tampoco podemos hacer eso nosotros hoy”, dijo Romer(21).

Algunos afirman que las rocas precámbricas fueron demasiado alteradas por el calor y la presión para retener eslabones fósiles, o que no se depositaron rocas en mares de poca profundidad de modo que se retuvieran fósiles. “Ninguno de estos argumentos ha quedado en pie”, dicen los evolucionistas Salvador E. Luria, Stephen Jay Gould y Sam Singer. Añaden: “Los geólogos han descubierto muchos sedimentos precámbricos sin alteración, y éstos no contienen fósiles de organismos complejos”(22).

Estos hechos hicieron que el bioquímico D. B. Gower comentara, como se relató en el periódico Times, de Kent, Inglaterra: “El relato de la creación que se halla en Génesis y la teoría de la evolución no podían ser conciliados. Una de estas cosas tenía que ser correcta y la otra estar equivocada. La historia de los fósiles concordaba con el relato de Génesis. En las rocas más antiguas no encontramos una serie de fósiles que abarcara los cambios graduales desde las criaturas más primitivas hasta formas desarrolladas; más bien, en las rocas más antiguas aparecían de súbito especies desarrolladas. Entre cada especie había ausencia total de fósiles intermedios”(23).

El zoólogo Harold Coffin llegó a esta conclusión: “Si es correcto el concepto de una evolución progresiva desde lo sencillo hasta lo complejo, en el cámbrico se debería encontrar a los antecesores de estas criaturas vivientes totalmente desarrolladas; pero no se han hallado, y los científicos admiten que hay poca probabilidad de que alguna vez se hallen. Sobre la base de los hechos solamente, sobre la base de lo que en realidad se encuentra en la tierra, la teoría de un súbito acto de creación en el cual fueron establecidas las formas principales de vida encaja mejor”(24).

LOS “HOMBRES-MONOS” ... ¿QUÉ ERAN?


Durante muchos años ha habido informes de que se han encontrado los restos fósiles de humanos parecidos a simios o monos. La literatura científica abunda en los conceptos artísticos de tales criaturas. ¿Son estas las transiciones evolutivas entre las bestias y el hombre? ¿Son unos “hombres-monos” nuestros antecesores? Los científicos evolucionistas afirman que sí. Por eso, con frecuencia leemos expresiones como este título de un artículo de una revista científica: “Cómo se convirtió en hombre el antropoide”(25).

Es verdad que algunos evolucionistas no creen que sea correcto llamar “antropoides” o “monos” a estos antecesores teóricos del hombre. Con todo, otros evolucionistas no son tan exigentes de precisión(26). Stephen Jay Gould dice: “la gente [...] evolucionó de antepasados simiescos”(27). Y George Gaylord Simpson declaró: “El antepasado común ciertamente sería llamado antropoide o mono en el habla popular por cualquier persona que lo viera. Puesto que los términos antropoide y mono son términos definidos por el uso popular, los antepasados del hombre fueron antropoides o monos”(28).

¿Por qué es tan importante el registro fósil en el esfuerzo por documentar la existencia de antecesores simiescos o parecidos a monos para la humanidad? Porque en el mundo viviente de hoy no hay nada que apoye tal idea. Hay una enorme laguna entre los humanos y todo animal existente hoy, incluso la familia de los monos antropomorfos, o antropoides. Por eso, puesto que el mundo viviente no suministra un eslabón entre el hombre y el antropoide, se esperaba que el registro fósil lo hiciera.

Desde el punto de vista de la evolución, la obvia laguna que existe entre el hombre y el antropoide hoy es extraña. La teoría evolucionista sostiene que, a medida que los animales progresaron en la escala de la evolución, se hicieron más capaces de sobrevivir. Entonces ¿por qué está todavía en existencia la familia “inferior” de los antropoides, pero no hay ningún representante de las presuntas formas intermedias, que supuestamente habrían de ser más adelantadas en el proceso evolutivo? Hoy vemos chimpancés, gorilas y orangutanes, pero no vemos “hombres-monos”. ¿Parece probable que cada uno de los más recientes y supuestamente más adelantados “eslabones” entre las criaturas simiescas y el hombre moderno hubieran de haberse extinguido, pero no los antropoides, que serían inferiores?

¿CUÁNTA PRUEBA FÓSIL?


A juzgar por los relatos que se dan en la literatura científica, en las exhibiciones de los museos y en la televisión, parecería que de seguro debería haber abundante prueba de que los humanos hubieran evolucionado desde criaturas semejantes a monos. ¿Es realmente cierto eso? Por ejemplo, ¿qué prueba fósil había de esto en el tiempo de Darwin? ¿Fue prueba de esa índole lo que lo estimulo a formular su teoría?

La publicación The bulletin of the atomic scientists (El boletín de los científicos atómicos) nos informa: “Las primeras teorías de la evolución humana son en realidad muy extrañas, si se examinan con detenimiento. David Pilbeam ha descrito las primeras teorías como `infósiles'. Es decir, se trata de teorías sobre la evolución humana de las cuales uno pensaría que requerirían alguna prueba fósil, pero en realidad había o tan pocos fósiles que no ejercían influencia alguna en la teoría, o ningún fósil en absoluto. De modo que lo único que había entre los supuestos parientes más cercanos al hombre y los primeros fósiles humanos era la imaginación de unos científicos de siglo XIX”. Esta publicación científica muestra por qué: “La gente quería creer en la evolución, la evolución humana, y esto afectó el resultado de su obra”(29).

Después de más de un siglo de búsqueda, ¿cuánta prueba fósil hay de los “hombres-monos”? Richard Leakey declaró: “Los que trabajan en este campo tienen tan poca prueba sobre la cual basar sus conclusiones que frecuentemente se les hace necesario cambiar de conclusiones”(30). La revista New Scientist comentó: “A juzgar por la cantidad de prueba sobre la cual se funda, el estudio del hombre fósil difícilmente merece ser más que una subdisciplina de la paleontología o de la antropología. [...] tan atormentadoramente es la colección, y tan fragmentarios y tan poco convincentes suelen ser los especímenes mismos”(31).

De manera similar, el libro Origins (Orígenes) confiesa lo siguiente: “A medida que adelantamos por la senda de la evolución hacia los humanos el paso se hace claramente incierto, debido, de nuevo, a la poca prueba fósil”(32). La revista Science añade: “La principal prueba científica es un conjunto de huesos lastimosamente pequeño del cual construir la historia evolutiva del hombre. Cierto antropólogo ha comparado esa tarea con la de reconstruir el argumento de Guerra y paz con 13 páginas seleccionadas al azar”(33).

Precisamente, ¿cuan escaso es el registro fósil en cuanto a los “hombres-monos”? Note lo siguiente. La revista Newsweek: “Todos los fósiles se pudieran colocar encima de un solo escritorio, dijo Elwyn Simons, de la Universidad Duke”(34). El periódico The New York Times: “Los restos fósiles conocidos de los antepasados del hombre cabrían sobre una mesa de billar. Eso constituye una pobre plataforma desde la cual tratar de penetrar la niebla de los últimos millones de años”(35). La revista Science Digest: “El hecho sorprendente es que toda la prueba física que tenemos para la evolución humana todavía se puede colocar, con lugar de sobra, ¡dentro de un solo ataúd! [...] Por ejemplo, los antropoides modernos dan la impresión de haber aparecido sin fuente alguna. No tienen ayer, no tienen registro fósil. Y el origen verdadero de los humanos modernos -de seres erguidos, desnudos, hacedores de instrumentos, de cerebro grande- es, si vamos a ser honrados con nosotros mismo, un asunto tan misterioso como ese”(36).

Los humanos de tipo moderno, con capacidad para razonar, trazar planes, inventar, edificar sobre el conocimiento ya adquirido y usar lenguajes complejos, aparecen de súbito en el registro fósil. Gould, en su libro The Mismeasure of Man (El hombre mal medido), señala: “No tenemos prueba de cambio biológico en el tamaño ni en la estructura del cerebro desde la aparición de Homo sapiens en el registro fósil hace unos cincuenta mil años”(37). Así, pues, el libro The universe Within (El universo interno) pregunta: “¿Qué hizo que la evolución [...] produjera, como de la noche a la mañana, a la humanidad moderna con su cerebro altamente especial?”(38). La evolución no puede contestar.

¿DÓNDE ESTÁN LOS “ESLABONES”?


Sin embargo, ¿no han hallado los científicos los “eslabones” necesarios entre los animales simiescos y el hombre? No según la prueba existente. La revista Science Digest habla de “la falta de un eslabón perdido que explique la aparición relativamente súbita del hombre moderno”(39). La revista Newsweek declaró: “El eslabón perdido entre el hombre y los antropoides [...] es simplemente el más atractivo de toda una jerarquía de criaturas fantasmas. En el registro fósil, los eslabones perdidos son la regla”(40).

Porque no hay eslabones, de una cantidad mínima de pruebas hay que fabricar “criaturas fantasmas” y presentarlas como si en realidad hubieran existido. Eso explica por qué pudiera ocurrir la siguiente contradicción, según el informe de una revista científica: “Los humanos evolucionaron en pasos graduales desde sus antepasados simiescos, y no, como afirman algunos científicos, en saltos repentinos de una forma a otra. [...] Pero, según informes, otros antropólogos, trabajando con más o menos la misma información, han llegado a una conclusión exactamente opuesta a esa”(41).

Por esto podemos entender mejor la declaración que hizo el respetado anatomista Solly Zuckerman, quien escribió en la publicación Journal of the Royal College of Surgeons of Edinburgh (Revista del Real Colegio de Cirujanos de Edimburgo): “La búsqueda del proverbial `eslabón perdido' de la evolución del hombre, ese santo grial de una secta de anatomistas y biólogos que jamás desaparece, permite que el razonamiento superficial y el mito florezcan hoy tan felizmente como lo hacían 50 años atrás, y más”(42). Señaló que, con demasiada frecuencia, se pasaban por alto los hechos y, en vez de darles apoyo, se apoyaba lo que era popular por el momento, a pesar de la prueba que lo contradecía.

EL “ÁRBOL GENEALÓGICO” DEL HOMBRE

Como resultado de esto, el “árbol genealógico” que suele dibujarse según la supuesta evolución del hombre desde los animales inferiores cambia constantemente. Por ejemplo, Richard Leakey declaró que un descubrimiento fósil muy reciente “deja en ruinas la noción de que todos los fósiles primitivos pueden ser puestos en una secuencia ordenada de cambio evolutivo(43)”. Y un informe periodístico acerca de ese descubrimiento declaró: “Cuanto libro de antropología hay, cuanto artículo de la evolución del hombre, sí, y todo dibujo del árbol genealógico del hombre, tendrán que ser descartados. Parece que están equivocados”(44).

El árbol genealógico teórico de la evolución humana está lleno de “eslabones” rechazados que habían recibido aceptación. Un artículo de fondo del periódico The New York Times señaló que la ciencia evolucionista “tiene tanto lugar para la conjetura que las teorías de cómo llegó a existir el hombre tienden a decir más acerca del autor de ellas que de su tema. [...] Muchas veces parece que el descubridor de un nuevo cráneo dibuja de nuevo el árbol genealógico del hombre, y al hacerlo pone su descubrimiento en la línea central que conduce al hombre, y los cráneos de todos los demás en líneas secundarias que no conducen a ningún lugar”(45).

En una reseña del libro The Myths of Human Evolution (Los mitos de la evolución humana), escrito por los evolucionistas Niles Eldredge y Ian Tattersall, la revista Discover declaró que los autores eliminaron todo árbol genealógico evolucionista. ¿Por qué? Después de señalar que “solo se puede adivinar cuáles son los eslabones que componen el conjunto de antepasados de la especie humana”, esta publicación declaró: “Eldregge y Tattersall insisten en que el hombre busca en vano a sus antepasados. [...] Si la prueba estuviera allí, afirman, `se pudiera esperar con confianza que a medida que se hallaran más fósiles homínidos la historia de la evolución humana se hiciera más clara. Mientras que, si algo ha pasado, es lo contrario de eso'”.

La revista Discover llegó a esta conclusión: “la especie humana, y todas las especies, seguirán siendo en cierto sentido huérfanas, pues la identidad de sus padres está perdida en el pasado”(46).

El registro fósil revela un origen distinto, separado, para los monos antropoides y para los humanos. Por eso la prueba fósil de la conexión del hombre con las bestias simiescas no existe. En realidad los eslabones nunca han estado allí.

¿QUÉ APARIENCIA TENÍAN?


Sin embargo, si los antecesores del hombre no eran parecidos a monos, ¿por qué hay tantos dibujos y reproducciones de “hombres-monos” en las publicaciones científicas y en museos de todo el mundo? ¿En qué se basan estos? El libro The Biology of Race (La biología de la raza) responde: “Para completar los detalles de la carne y el pelo de tales reconstrucciones hay que recurrir a la imaginación”. Añade: “El color de la piel; el color, la forma y la distribución del pelo; la forma de los rasgos; y el aspecto de la cara... de estas características no sabemos absolutamente nada respecto a cualesquiera hombres prehistóricos”(47).

La revista Science Digest también comentó: “la vasta mayoría de las concepciones artísticas se fundan más en la imaginación que en la prueba. [...] Los artistas tienen que crear algo que se encuentre entre un antropoide y un ser humano; mientras más antiguo se diga que es el espécimen, más parecido a mono lo hacen”(48). Donald Johanson, buscador de fósiles, reconoció: “Nadie puede estar seguro de precisamente qué apariencia presentaba cualquier homínido extinto”(49).

De hecho, la revista New Scientist informó que no hay “suficiente prueba del material fósil para sacar de los campos de la fantasía nuestro teorizar”(50). Por eso, los dibujos e ilustraciones de “hombres-monos” son, como admitió cierto evolucionista, “en la mayoría de los respectos, pura ficción [...] total invención”(51). En armonía con eso, en Man, God and Magic (El hombre, Dios y la magia) Ivar Lissner hizo este comentario: “Tal como lentamente estamos aprendiendo que los hombre primitivos no son necesariamente salvajes, así tenemos que aprender a darnos cuenta de que los hombres primitivos del período Glacial no eran ni bestias brutas ni semiantropoides ni cretinos. De ahí la inefable estupidez de todos los intentos por reconstruir al hombre de Neandertal o hasta al hombre de Pekín”(52).

En su deseo de hallar prueba de la existencia de “hombres-monos”, algunos científicos han caído en los lazos del engaño directo; por ejemplo, el relacionado con el hombre de Piltdown, en 1912. Por 40 años este fue aceptado como genuino por la mayoría de la comunidad evolucionista. Finalmente, en 1953 se descubrió el engaño cuando las técnicas modernas revelaron que huesos humanos y de antropoides habían sido combinados y tratados artificialmente para que representaran gran edad. En otro caso, en la prensa se presentó el dibujo de un “eslabón perdido” semejante a un antropoide. Pero más tarde se reconoció que la “prueba” consistía en solamente un diente que pertenecía a una forma extinta de cerdo(53).

¿QUÉ ERAN?


Si las reconstrucciones de los “hombres-monos” no son válidas, entonces, ¿qué eran esas criaturas antiguas cuyos huesos fósiles han sido hallados? Uno de estos mamíferos de gran antigüedad de los cuales se alega que están en línea del hombre es un animalito parecido a roedor del cual se dice que vivió unos setenta millones de años atrás. En se libro Lucy: The Beginning of humanhind (Lucy: Los principios de la humanidad), Donald Johanson y Maitland Edey escribieron: “Eran cuadrúpedos insectívoros de aproximadamente el tamaño y la forma de las ardillas”(54) Richard Leakey llamó a este mamífero un “primate parecido a rata”(55). Pero ¿hay prueba sólida alguna de que estos animalitos hayan sido los antecesores de los humanos? No; en vez de eso, solo hay el razonamiento superficial de los que quisieran que así fuera. Ninguna etapa de transición las ha conectado alguna vez con nada excepto con lo que esas formas eran: mamíferos pequeños semejantes a roedores.

Después en la lista que por lo general se acepta, con una laguna admitida de unos cuarenta millones de años, hay fósiles que se hallaron en Egipto y que fueron llamados egiptopiteco (Aegyptopithecus... simio egipcio). Se dice que esta criatura vivió unos treinta millones de años atrás. Revistas, periódicos y libros han presentado ilustraciones de esta criatura, con titulares como estos: “Criatura parecida a mono fue nuestro antepasado”(revista Time)(56). “Primate africano parecido a mono llamado antepasado común del hombre y de los antropoides” (periódico The New York Times)(57). “Egiptopiteco es un antepasado que compartimos con los antropoides vivos” (obra Origins [Orígenes])(58). Pero ¿dónde están los eslabones entre esta criatura y el roedor que vino antes de ella? ¿Dónde están los eslabones a lo que se coloca después de ella en el alineamiento evolutivo? No se ha hallado ninguno.

LA SUBIDA Y CAÍDA DE LOS “HOMBRES- MONOS”

Después de otra laguna también reconocida como grande en el registro fósil, se había presentado otra criatura fósil, como el primer simio parecido a un humano. Se dijo que había vivido unos catorce millones de años atrás, y fue llamado ramapiteco (Ramapithecus... el simio de Rama [Rama era un príncipe mítico de la India]). Hace aproximadamente medio siglo se hallaron fósiles de este animal en la India. De estos Fósiles se construyó una criatura parecida a un antropoide, erguida, plantada sobre dos extremidades. De esta criatura, Origins (Orígenes) declaró: “Hasta donde se puede decir al momento, el primer representante de la familia humana”(59).

¿Qué prueba fósil había para llegar a tal conclusión? La misma publicación dijo.”La prueba en cuanto a ramapiteco es considerable... aunque en términos absolutos sigue siendo atormentadoramente pequeña: fragmentos de la quijada superior y la inferior, más un conjunto de dientes”(60). ¿Cree usted que esto era “prueba” lo suficientemente “considerable” como para reconstruir a un “hombre-mono” erguido que fuera antecesor de los humanos? Sin embargo, los artistas dibujaron a esta criatura mayormente hipotética como un “hombre-mono”, y dibujos de esta criatura se generalizaron en la literatura evolucionista... ¡todo sobre la base de fragmentos de quijadas y unos dientes! Con todo, como informó el periódico The New York Times, por décadas ramapiteco “se mantuvo, con toda la seguridad que pudiera tener, en la base del árbol evolutivo humano”(61).

Sin embargo, ya eso no es así. Fósiles recientes y más complejos revelaron que ramapiteco tenía estrecho parecido a la familia actual de los antropoides. Debido a eso, la revista New Scientist declara ahora: “Ramapiteco no pudo haber sido el primer miembro de la línea humana”(62). Esta nueva información evocó la siguiente pregunta en la revista Natural History: “¿Cómo se metió ramapiteco, [...] reconstruido únicamente de unos dientes y quijadas -sin pelvis, huesos de extremidades ni cráneo conocidos- en esta procesión en marcha hacia el hombre?”(63). Es obvio que tiene que haber intervenido mucha ilusión en tal esfuerzo para hacer que la prueba dijera lo que no dice.

Hay otra laguna de enormes proporciones entre esa criatura y la siguiente que había sido puesta en la lista como antepasado de tipo “hombre-mono”. A esta última se llama australopiteco (Australopithecus... simio del sur). Fósiles de este se encontraron originalmente en el sur de África en los años veinte del pasado siglo. Tenía un cráneo pequeño como de antropoide y una quijada pesada, y lo representaron caminando sobre dos extremidades, encorvado, cubierto de pelo y con apariencia de antropoide. Se decía que había vivido unos tres o cuatro millones de años atrás. Con el tiempo llegó a ser aceptado por casi todos los evolucionistas como el antepasado del hombre.

Por ejemplo, el libro The Social Contract (El contrato social) Señaló: “Con una o dos excepciones, todos los investigadores competentes en este campo concuerdan ahora en que los australopitecinos [...] son verdaderos antecesores del hombre”(64). El periódico The New York Times declaró: “Fue australopiteco [...] el que con el tiempo evolucionó hasta Homo Sapiens, o el hombre moderno”(65). Y en Man, Time, and Fossils (El hombre, el tiempo y los fósiles) Ruth Moore dijo: “Toda la prueba indicaba que los hombres al fin habían encontrado a sus antecesores primitivos, que por mucho tiempo les habían sido desconocidos”. Declaró ella con énfasis. “La prueba era arrolladora [...] el fin se había encontrado el eslabón perdido”(66).

Pero cuando en realidad la prueba para algo es débil, o no existe, o se basa en puro engaño, tarde o temprano lo que se afirma queda en nada. Así ha sucedido en el caso de muchos ejemplos pasados de presuntos “hombres-monos”.

Así ha sucedido, también, con australopiteco. La investigación ha revelado que su cráneo “difería del de los humanos de más maneras que solamente su menor capacidad cerebral”(67). El anatomista Zuckrman escribió: “El cráneo australopitecino, al compararse con el cráneo humano y el cráneo símico [de antropoide], parece arrolladoramente símico... no humano. La proposición contraria pudiera igualarse a una afirmación de lo negro es blanco”(68). También dijo: “Nuestros descubrimientos dejan poca duda respecto a que [...] australopiteco no se parece a Homo Sapiens, sino a los monos y antropoides vivientes”(69). Donald Johanson también dijo: “Los australopitecinos [...] no eran hombres”(70). Richard Leakey también llamó “poco probable el que nuestros antecesores directos sean descendientes evolutivos de los australopitecinos”(71).

Si hoy hubiera de hallarse vivos a algunos australopitecinos, serían puestos en los jardines zoológicos con los demás antropoides, Nadie los llamaría “Hombres-monos”. Lo mismo es cierto de otros “primos” fósiles semejantes, como un tipo de australopitecino más pequeño llamado “Lucy”. De este espécimen Robert Jastrow dice: “Este cerebro no era grande en tamaño absoluto; tenía la tercera parte del tamaño de un cerebro humano”(72). Es obvio que este australopitecino era también sencillamente un “antropoide”. De hecho, la revista New Scientist dijo que “Lucy” tenía un cráneo “Muy parecido al de un chimpancé”(73).

Otro tipo fósil recibe el nombre de Homo erectus... hombre erguido. El tamaño y la forma de su cerebro sí caen dentro del alcance de las medidas inferiores del cerebro del hombre moderno. Además, la Encyclopoedia Británica declaró que “los huesos de las extremidades descubiertos hasta ahora no se han podido distinguir de los de H[omo] Sapiens”(74). Sin embargo, no está claro si era humano o no. Si lo era, entonces era simplemente una rama de la familia humana, y desapareció.

LA FAMILIA HUMANA

El hombre de Neandertal (llamado así por el distrito de Nearder, en Alemania, donde se halló el primer fósil) era indudablemente humano. Al principio se le pintó encorvado, con apariencia de estúpido, peludo y simiesco. Ahora se sabe que esta reconstrucción equivocada se basó en un esqueleto fósil que había sido malamente deformado por una enfermedad. Desde entonces se han hallado muchos fósiles de Neandertal, y estos confirman que no difería mucho de los humanos modernos. En su libro Ice (Hielo), Fred Hoyle declaró: “No hay prueba alguna de que el hombre de Neandertal fuera de manera alguna inferior a nosotros”(75). El resultado ha sido que dibujos recientes de los neandertaloides han adquirido una apariencia más moderna.

Otro tipo fósil que frecuentemente se menciona en la literatura científica es el del hombre de Cro-Magnon, o Cromañon. Fue llamado así por el lugar, en el sur de Francia, donde sus huesos fueron originalmente desenterrados. Estos especímenes “eran casi tan indistinguibles de los de hoy que hasta los más escépticos tuvieron que admitir que eran humanos”, dice el libro Lucy(76) .

Así, pues, hay clara indicación de que no existe fundamento para creer en “hombres-monos”. En vez de eso, los humanos tienen todas las señales de haber sido creados... separados y distintos de todo animal. Los humanos se reproducen solamente según su propio género. Hacen eso hoy, y siempre han hecho eso en el pasado. Cualesquiera criaturas simiescas que vivieran en el pasado eran precisamente eso -antropoides, o monos- no humanos. Y los fósiles de humanos antiguos que difieren ligeramente de los humanos de hoy simplemente demuestran variedades dentro de la familia humana, tal como hoy tenemos muchas variedades que viven lado a lado. Hay humanos de dos metros de estatura y hay pigmeos, con una variedad de tamaños y formas de esqueletos. Pero todas estas variedades pertenecen al mismo tipo o “género” humano, no a un “género” animal.

En una reseña de un libro sobre la evolución, el autor inglés Malcolm Muggeridge comentó acerca de la falta de prueba para la evolución. Señalo que, de todos modos, florecía el razonamiento superficial y sin riendas. Entonces dijo: “En comparación con eso, el relato de Génesis parece suficientemente serio, y por lo menos tiene el mérito de estar relacionado válidamente con lo que conocemos acerca de los seres humanos y su comportamiento”. Dijo que las alegaciones sin base de millones de años para la evolución del hombre “y saltos desenfrenados de cráneo a cráneo, no pueden menos que impresionar como pura fantasía al que no haya sido cautivado por el mito [evolucionista]. Muggeridge llegó a esta conclusión: “De seguro la posteridad quedará asombrada, y espero que en gran medida entretenida, por el hecho de que tal teorizar descuidado y no convincente hubiera cautivado con tanta facilidad mentes del siglo XX, y hubiera sido aplicado tan amplia e imprudentemente”(77).